Vivimos en tiempos color carmesí. El color carmesí manifiesta una complicidad con tintes entre lo atractivo y lo adictivo. Es resultón, pero, como todo lo resultón, le define más su apariencia que su hondura. No es rojo ni tampoco morado, y hay quien dice que le matiza un leve matiz naranja mínimamente corregido por un verdoso azulado. Y es que el color carmesí es potencialmente camaleónico.
Recuerdo la novela El Manuscrito carmesí de Antonio Gala, de enorme belleza literaria.Carmesí era Boabdil, su protagonista, el último sultán de Granada, de camaleónica actitud; en él habitaba la firme tradición y la frágil decisión; era luminoso y oscuro; rey culto, pero gobernador desastroso; de lírica actitud, pero con sonadas derrotas. Un verdadero campo de contradicción que de sí mismo decía: "todos fuimos alguna vez más dignos. Pero toda música cesa. Hasta en nuestro recuerdo toda música cesa".
Y no puedo dejar de comparar aquella leyenda granadina con el bestiario humano que pulula por nuestras instituciones. Porque uno mira en sus alrededores y percibe que la total ausencia de liderazgos firmes, de propuestas de futuro o de visiones sensatas es lo que mejor nos caracteriza como sociedad. Cabría preguntarse: ¿hay alguien que este pensando algo? O todo es más bien un ensayo hacia la nada, más propio de un lento desmoronamiento que de un consciente cambio de dirección. Eso sí, todo envuelto en la saturante estética carmesí.
Porque estética carmesí es la forma sin fondo, el brillo sin contraste, la imagen sin perspectiva, la mirada sin horizonte, la sonrisa sin gracia, el porte sin estructura, la vestidura sin cuerpo... Su fragancia todo lo impregna de una mixtura de rancia naftalina con florales recuerdos de esencias vacías (lo que viene siendo un ambientador barato).
Carmesíes son también gobernantes sin carisma, tenientes sin ejército, funcionarios sin gestión, u orantes sin mística.
Además, los carmesíes de ahora no hace mucho que criticaban a los carmesíes de antaño. Por eso, en qué lugar queda el ideal y la palabra dada. Aisha, madre de Boabdil, a los boabdiles de hoy quizá les dijera: "dejad de quejaros ya como adolescentes de aquello que no habéis sabido afrontar con la madurez de un adulto".
Pedro-Pablo-Albert-Santiago, Sánchez-Iglesias- Rivera-Abascal respectivamente, rojo-morado-naranja-verde, conforman un carmesí insospechado. Por lo menos, a ver como cantan en su estreno. Quién sabe si como lluvia embarrada evaporada de un escondido estanque, o emulando a torrentes en desbandada. Aunque lo más probable es que suene como la melodía de violín que acompañaba el hundimiento del Titanic.
© Fco. Jesús Genestal Roche.