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El carbón y el diamante



Federico Nietzsche en un libro titulado Así habló Zaratustra en un capítulo titulado “De las tablas nuevas y viejas”, reproduce un diálogo entre el carbón y el diamante. Le dice el carbón al diamante: “¿por qué eres tan duro, ¿no somos parientes cercanos?”. En otros libros de este escritor vuelve a reproducir el mismo diálogo, siempre para justificar su deseo de que el ser humano se endurezca, porque para él, ser blando, ceder es innoble. 

Me ha venido a la cabeza este episodio leyendo ayer unas palaras del papa Francisco en los entornos del Sínodo. Afirma el Papa que “no podemos constituirnos en jueces que sólo niegan, rechazan y excluyen”,  y que la “prudencia pastoral” está en el centro del discernimiento.

En una misma institución convivimos (igual que el carbón y el diamante), posiciones eclesiales, más duras y blandas. No se trata de ganar o perder, sino de convivir, es decir de saber que en el fondo estamos llamados a ser parientes próximos. Que el Sínodo nos ayude a serlo. 

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