Saben de mi pasión por Sara, mujer de Abraham. Ya ella motiva otro blog de mi holding mediático -Las Edades de Sara-. Algo característico en ella fue la sonrisa ante la promesa de su "divina" (otra más) maternidad, a pesar de su edad. Sonrió ante el anuncio de aquellos visitantes, a la sazón ángeles, que tan bien acogió su marido. La sonrisa le salió cara porque tuvo el hijo, ¡y qué historia la del hijo! ( Génesis 18, 1-15). Pero aquella sonrisa, a mitad de camino entre la burla y la gratitud, desencadenó en la historia bíblica un enjambre de conexiones que duran hasta hoy. Dicha sonrisa es la que a mí me hace escribir esta mañana y a usted leer cuando tenga a bien hacerlo. Y es que la sonrisa, en su versión cómica, dramática, resabiada, desahogante... tiene un no se qué capaz de cambiar el ritmo de la historia. Escribo estos breves comentarios al comenzar mi día, de seis a seis y media de la mañana. Porque más vale comenzar siempre... con una sonrisa.
Hoy he quedado espiritualmente confortado. Los responsables de movilidad interior del edificio del Obispado al que tantas veces he acudido, han tenido a bien señalarnos el camino de una Puerta Estrecha para acceder a los servicios de administración. Es de agradecer esta apuesta por la ergonomía espiritual en bien de los usuarios habituales. Hasta la fecha accedíamos por la escalinata de mármol que antecede a una puerta ancha. Me reconforta no poder subir ya por ahí. Por fin alguien ha caído en la cuenta de que "estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida" (Mateo 7, 14). Pero..., me he salido triste pensando en el perfil de aquellos a quienes se les abra el cordón rojo y acceden por la puerta ancha. ¿Les avisará alguien de que "ancha es la puerta y amplia la senda que lleva a la perdición" (Mateo 7, 13)? © Fco. Jesús Genestal Roche.