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Sonreir, antes que nada

Saben de mi pasión por Sara, mujer de Abraham. Ya ella motiva otro blog de mi holding mediático -Las Edades de Sara-. Algo característico en ella fue la sonrisa ante la promesa de su "divina" (otra más) maternidad, a pesar de su edad. Sonrió ante el anuncio de aquellos visitantes, a la sazón ángeles, que tan bien acogió su marido. La sonrisa le salió cara porque tuvo el hijo, ¡y qué historia la del hijo! ( Génesis 18, 1-15). Pero aquella sonrisa, a mitad de camino entre la burla y la gratitud, desencadenó en la historia bíblica un enjambre de conexiones que duran hasta hoy. Dicha sonrisa es la que a mí me hace escribir esta mañana y a usted leer cuando tenga a bien hacerlo. Y es que la sonrisa, en su versión cómica, dramática, resabiada, desahogante... tiene un no se qué capaz de cambiar el ritmo de la historia. Escribo estos breves comentarios al comenzar mi día, de seis a seis y media de la mañana. Porque más vale comenzar siempre... con una sonrisa.

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Personas distraídas.

Vivimos en una sociedad necesitada de distracciones. Necesitamos distraernos para soportar las tensiones existenciales que cada día nos muestra la realidad. Tan pronto pasamos de la angustiosa barbarie de Hamás en un episodio más del conflicto palestino-israelí, a la dulce barbarie que supone la noticia de ocho millones de desplazamientos en este puente del Pilar. Cada barbarie tira de nosotros en direcciones contrarias. Por eso somos seres distraídos, parecidos a pájaros en jaulas cuyos barrotes de hierro reclaman de vez en cuando barrotes de goma que nos permitan descansar de la insoportable dureza de la realidad cotidiana. Y así funcionamos, y así vivimos, con esta necesaria mezcla mágica de compensaciones. El periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano, en unas preciosas reflexiones recogidas en el Libro de los abrazos, dice que no pocas veces “siente mucho miedo de que se nos pueda caer la vida en alguna distracción”. Espero que no.  Puedes escuchar el audio del com

La sociedad del espectáculo

No soy de los que critican Halloween ni de los que lo contrastan críticamente con nuestra fiesta de todos los santos. Lo siento. A mí, estos días siempre me han resultado un acontecimiento simpático en el decrepitado octubre, cuando ya, en serio, sabemos que el verano ha acabado.   Pero sí que considero que estas celebraciones, son el efecto de la enfermiza necesidad que tenemos los humanos y las humanas del siglo XXI, de convertir todo en algo espectacular. Sí; el adjetivo espectacular lo invade todo. Todo tiene que ser espectacular porque si no, es como si no existiéramos. Vivimos en la sociedad del espectáculo, así la calificaba ya el sociólogo Guy Debord  allá por los años sesenta.    Del cartesiano, “pienso luego existo”, hemos pasado al “soy un espectáculo” luego existo. Por eso, la muerte, también la hemos convertido en espectáculo. Aviso para los navegantes del siglo XXI; cabe nacer como personas con dignidad, y devenir en actores y actrices del gran teatro del mundo, que di

Temis contra Némesis

En la mitología griega Temis es la diosa de la justicia divina, digamos que mas o menos imparcial. Némesis sin embargo es la diosa de la venganza, portadora de una justicia que hace beber al ofensor de la propia medicina. Muchas veces le he dicho a mi amigo Raul, que ansía un determinado puesto en una institución religiosa, que sólo estará preparado para ocuparlo cuando, en el supuesto de llegar a él, tenga capacidad para actuar con justicia y no con venganza con lo que allí encuentre y con los que allí se encuentre. Tengo últimamente la triste convicción de que en algunas instituciones religiosas, Némesis campa a sus anchas, y Temis, la pobre, se ha quedado con su balanza y sus ojos cegados, deambulando en sus pensamientos. © Fco. Jesús Genestal Roche.