No soy de los que critican Halloween ni de los que lo contrastan críticamente con nuestra fiesta de todos los santos. Lo siento. A mí, estos días siempre me han resultado un acontecimiento simpático en el decrepitado octubre, cuando ya, en serio, sabemos que el verano ha acabado.
Pero sí que considero que estas celebraciones, son el efecto de la enfermiza necesidad que tenemos los humanos y las humanas del siglo XXI, de convertir todo en algo espectacular. Sí; el adjetivo espectacular lo invade todo. Todo tiene que ser espectacular porque si no, es como si no existiéramos. Vivimos en la sociedad del espectáculo, así la calificaba ya el sociólogo Guy Debord allá por los años sesenta.
Del cartesiano, “pienso luego existo”, hemos pasado al “soy un espectáculo” luego existo. Por eso, la muerte, también la hemos convertido en espectáculo. Aviso para los navegantes del siglo XXI; cabe nacer como personas con dignidad, y devenir en actores y actrices del gran teatro del mundo, que diría Calderón de la Barca.