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La sociedad del espectáculo



No soy de los que critican Halloween ni de los que lo contrastan críticamente con nuestra fiesta de todos los santos. Lo siento. A mí, estos días siempre me han resultado un acontecimiento simpático en el decrepitado octubre, cuando ya, en serio, sabemos que el verano ha acabado.

 

Pero sí que considero que estas celebraciones, son el efecto de la enfermiza necesidad que tenemos los humanos y las humanas del siglo XXI, de convertir todo en algo espectacular. Sí; el adjetivo espectacular lo invade todo. Todo tiene que ser espectacular porque si no, es como si no existiéramos. Vivimos en la sociedad del espectáculo, así la calificaba ya el sociólogo Guy Debord  allá por los años sesenta. 

 

Del cartesiano, “pienso luego existo”, hemos pasado al “soy un espectáculo” luego existo. Por eso, la muerte, también la hemos convertido en espectáculo. Aviso para los navegantes del siglo XXI; cabe nacer como personas con dignidad, y devenir en actores y actrices del gran teatro del mundo, que diría Calderón de la Barca.

 

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Tiempos Carmesíes

Vivimos en tiempos color carmesí.   El color carmesí manifiesta una complicidad con tintes entre lo atractivo y lo adictivo. Es resultón, pero, como todo lo resultón, le define más su apariencia que su hondura. No es rojo ni tampoco morado, y hay quien dice que le matiza un leve matiz naranja mínimamente corregido por un verdoso azulado. Y es que el color carmesí es potencialmente camaleónico. Recuerdo la novela  El Manuscrito carmesí  de Antonio Gala, de enorme belleza literaria.Carmesí era Boabdil, su protagonista, el último sultán de Granada, de camaleónica actitud; en él habitaba la  firme tradición y la frágil decisión; era luminoso y oscuro; rey culto, pero gobernador desastroso; de lírica actitud, pero con sonadas derrotas.  Un verdadero campo de contradicción que de sí mismo decía:  "todos fuimos alguna vez más dignos. Pero toda música cesa. Hasta en nuestro recuerdo toda música cesa" . Y no puedo dejar de comparar aquella leyenda ...

Dis-pensare

Mi abuelo, a la de spensa , le llamaba di spensa . Y ¡claro!, nos reíamos. Pero no iba tan desencaminado ahora que pienso . La Iglesia de Albacete hoy ha dispensado de la obligación de asistir a misa dado que el precepto católico de hoy, al trabajar (los que no estén de vacaciones), tendrán dificultad para implementarlo. Dispensar es algo así como   des-pecadizar a quienes hoy no asistan a un oficio religioso. Ciertamente es gratamente memorable la actitud episcopal. En cualquier caso yo utilizaría otra palabra en vez de " dispensar ". Suena tan mal! Etimológicamente se asocia tal palabra al significado de "algo que pesa". Dispensar seria "quitar el peso". ¿Quién dijo que la asistencia a la Eucaristía es un "peso" y una "carga" de la cual alguien me libera?. Ay dios! Este lenguaje cruel que tenemos! © Fco. Jesús Genestal Roche

Temis contra Némesis

En la mitología griega Temis es la diosa de la justicia divina, digamos que mas o menos imparcial. Némesis sin embargo es la diosa de la venganza, portadora de una justicia que hace beber al ofensor de la propia medicina. Muchas veces le he dicho a mi amigo Raul, que ansía un determinado puesto en una institución religiosa, que sólo estará preparado para ocuparlo cuando, en el supuesto de llegar a él, tenga capacidad para actuar con justicia y no con venganza con lo que allí encuentre y con los que allí se encuentre. Tengo últimamente la triste convicción de que en algunas instituciones religiosas, Némesis campa a sus anchas, y Temis, la pobre, se ha quedado con su balanza y sus ojos cegados, deambulando en sus pensamientos. © Fco. Jesús Genestal Roche.